A mediados del año 2011, incentivado por mi esposa en aquel entonces,
decidí volcar en papel mi experiencia con la Ela. Solo contaba, para dicho
emprendimiento, con mi tabla alfanumérica. Escribir un libro con ese elemento
no era del todo aconsejable pero si factible.Dar a conocer la Ela, a través de mi
experiencia personal, era mi objetivo principal. Cité a mi viejo para la mañana
siguiente con la meta de explicarle el uso de la tabla abecedárica. Arribó
temprano y mi enfermera Adriana, ducha en la comunicación, le enseñó a groso
modo. Papá, ávido por aprender, arrancó rápidamente. Ahí nomás dimos comienzo
al libro. Me propuse escribir 5 horas diarias todos los días. Inmediatamente,
se sumó al proyecto mi amiga Adriana. Escribí durante 8 meses y finalmente
concluí. Otros 4 meses demandó la corrección, edición e impresión. Sin embargo,
siento que a pesar del esfuerzo puesto, el libro no ha sido fructífero. No tuvo
la llegada masiva a todos los enfermos de Ela. Sin ánimo de victimizarme, a
veces padezco un sentimiento de frustración. A menudo, recibo mensajes de
eláticos que han sido mal diagnosticados, cirugías innecesarias, medicados por
otras patologías, neumonías por broncoaspiraciones evitables, falta de contención psicológica y enfermos
que creen que una vida con Ela no es posible. Por tal motivo, resulta
indispensable contar con una clínica especializada que trate a los enfermos
desde el primer síntoma hasta su peregrinaje final.
Pido su colaboración para la conclusión de la
Clínica León Ryba, tarea que lleva a cabo la Asociación Ela Argentina,
donaciones por medio de su página web:
www.asociacionela.org.ar
Abrazo y muchas gracias.